La Tierra es Nuetra Vida: Mi Identidad Revolucionaria

Por Leonor Hurtado

Mi identidad revolucionaria

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Mi tía Chiqui 1961

 Tenía cinco años cuando triunfó la Revolución Cubana. Sabíamos de la guerrilla y nos maravillamos cuando supimos que el abogado, Fidel, entró triunfante en La Habana, victorioso en la guerra de guerrillas desde la Sierra Maestra, derrotando al ejército del dictador Fulgencio Batista. El 1 de enero de 1959 inició la transformación radical en Cuba, la cual también transformó nuestras vidas, porque siendo niños supimos que el cambio para alcanzar la justicia y la libertad es posible. Mi abuelo también fue un abogado revolucionario, que luchó contra el dictador guatemalteco Jorge Ubico, y regresó del exilio a Guatemala cuando triunfó la Revolución de Octubre de 1944.

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Revista Life

Con mis hermanos y primos comprendíamos la justicia y la urgencia del cambio revolucionario. Amábamos la lucha rebelde, inspirados por la Chiqui, nuestra tía Leonor, activa militante comunista. En Guatemala vivíamos condiciones de explotación y opresión comparables a las de Cuba, sabíamos que para nosotros la lucha revolucionaria también es indispensable y nos soñábamos guerrilleros. Vivíamos las fotos de Life y Bohemia, admirando la grandeza de esa lucha justa y la certeza de su avance. Fue emocionante cuando la Chiqui, sobrepasando todas las barreras físicas y de seguridad, conoció a los barbudos iluminados de amor y esperanza. Entonces se gestó nuestra militancia y nuestra determinación combatiente.

Estos sentimientos revivieron cuando visité la isla mayor del Caribe en el Viaje por la Soberanía Alimentaria que Food First realizó en enero de 2016.  Como representante de Food First acompañé a un grupo de veinte visitantes, en su mayoría estadounidenses, en un recorrido de diez días. Visitamos varias fincas agroecológicas en las provincias de Matanzas, Sancti Spíritus, Villa Clara y La Habana. En el recorrido dialogamos principalmente con agroecólogos, población organizada y autoridades. Cada finca tiene su personalidad, cada una aporta lecciones agroecológicas y humanas, todas maravillan con sus impactantes logros. Comparto únicamente la fuerte impresión que provocó en mí una de las fincas: La Coincidencia ubicada en Matanzas, y reflexiono sobre la impresión más profunda, amplia y existencial: la tenencia y el uso de la tierra.

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